--CREANDO MI UNIVERSO SOBRE LA MARCHA--

7 ene 2008

POR 2 PESOS

por:: Ruzo



Domingo por la mañana, mal; desvelado y crudo, muy mal; asistir a misa a la catedral metropolitana, terrible. Solo accedí a esta tortura para observar en operación a una de las empresas más malévolas de todos los tiempos, por encima de McDonald´s, la religión católica.
El templo esta en remodelación, pareciera que todos los albañiles que buscan “chamba” en la periferia de la iglesia ingresaron para ayudar a repararla. A la entrada permanecen como clichés las personas que piden dinero a cambio de souvenirs de fe y los pobres que ruegan por un peso, esperando que la casa de Dios logré despertar la hipocresía de todo aquel que busque redención y se la vendan.


El panorama dentro del santuario me sigue pareciendo un homenaje al poder y al miedo, las personas actúan como borregos obedeciendo a toda orden del sacerdote, algunos ya conocen el ritual de memoria y han olvidado la meditación, sus movimientos y oraciones son más una costumbre que un acto religioso. El sonido de bocinas es pésimo, ¿En dónde esta el diezmo?, tal ves en la restauración, o en el limpiador de piso que lo hace ver confiable a todo aquel que quiera hincarse, o muy posiblemente en la voz suave y convincente del “padrecito”.


Me estoy quedando dormido de pie y apenas lleva 20 minutos iniciada la ceremonia, es un nuevo récord, le gana a las pláticas de orientación vocacional. Pero algo llamó mi atención, hay una fila muy larga de gente y no es para confesarse, la gente platica mientras espera su turno, si fueran a confesarse estarían callados y posando arrepentimiento.

Mi curiosidad me obligó a formarme, ya es mi turno y me encuentro con un estante lleno de veladoras eléctricas, y junto a él un letrero que decía: “Deposite dos pesos y se encenderá una luz que representa su petición”. Primero reí, después la tentación de probar el aparato me atrapo como a un niño las maquinitas, obviamente no pedí nada (¿A quién?), y al depositar mis dos moneditas, no encendió mi foquito.


Estaba fuera de control, fui timado por una máquina de la iglesia, y de nuevo me comporte como niño al pedir hablar con el encargado del local, pero como no pensaba gastar otros dos pesos para reclamarle a Dios decidí hablar con el próximo sacerdote que encontré. Le reclame el fraude y el me aclaro que aunque no se ilumino el foco mi petición sería tomada en cuenta por Dios, por que lo que vale es la oración, y con voz más enérgica le hice saber que yo no pedí nada y que solo gaste mi dinero para ver la luz parpadear, terminando mi queja con “Si lo que vale es la oración ¿Para qué los dos pesos?”.


Tras este penoso accidente me puse muy pensativo, comparé mi experiencia con la de todos los presentes, la manera en que estaban siendo timados, pero los rostros de esperanza de aquellos inclinados ante las falsas veladoras me detuvieron antes de gritar “¡Fraude!” seguido de una serie de palabras altisonantes e intolerantes. Mi coraje no desaparecía, tuve que abandonar el templo, no sin antes comprar una botella de agua bendita a una monja y beberla enfrente de ella, tenía sed de fe.